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            Volver |   Lic. Eduardo Carabelli

 
QUIÉN SE ENCARGARA DE MÍ

Desde que nací he recibido todo tipo de atenciones y cuidados hacia mi organismo y hacia mi persona. Muchos de ellos han sido indispensables para mi supervivencia, otros me han hecho muy feliz o me han dado placer y otros han resultado ineficaces o no llegaron de la manera en que los necesitaba; entonces sufrí y me quejé lo mas que pude.

Fui aprendiendo a pedir, a exigir y a lamentarme cuando no recibía lo que yo quería. Desarrollé mi capacidad de manipulación y conseguí que el mundo me brindara lo necesario y que muchas veces me salvara de tener que procurármelo por mis medios. Acumulé frases: “Lo que merezco...” “Vos tenés que darme...” “Qué injusta que es la vida...” y muchas mas. Me acostumbré a recibir ayuda de los demás y a frustrarme cuando ésto no ocurría.

De a poco me fui dando cuenta que el mundo me daba cada vez menos y me frustraba mas. Algunas personas se ocupaban de ellas mismas -las egoístas- y se despreocupaban de mi. En mas de una oportunidad me fui quedando solo, sin que nadie me hiciera las cosas y no me quedaba otra que hacerlas yo. El mundo ya no estaba pendiente de mi. Mis amigos jugaban a la pelota aunque yo faltara, y no me invitaban a jugar si yo no iba a la hora y lugar adecuado.

Tuve que ocuparme de las cosas mas básicas : Lavarme los dientes, forrar mis cuadernos y mover mi cuerpo (accionar) para conseguir ciertas metas. Entre lamentos y protestas, empecé a tomar contacto con mi potencia : Algunas cosas las podía hacer y otras no.

Muchos años han pasado desde entonces, y me doy cuenta que puedo encontrar respuestas a las situaciones que me plantea la vida. Algunas de mis respuestas son muy efectivas y producen beneficios y satisfacciones. Otras veces, son equivocadas y produzco resultados nefastos o improductivos. Suele ocurrir también que me demoro cuando no se cómo actuar y busco distintas alternativas. En todos los casos aprendo algo, corrijo anteriores conclusiones o descubro limitaciones propias.

Si nos observamos en las situaciones frustrantes pondremos una lente de aumento a las reacciones que tenemos:

Nos ponemos en víctimas: La reacción mas inmadura es adjudicar toda la responsabilidad al entorno (país, pareja, padres, el otro, etc.) y sentirnos perjudicados o determinados por la situación : No me dieron lo necesario... No me dejan crecer... Si no fuera por vos...
El protagonismo de la situación está totalmente en el exterior. Nosotros, tan solo recibimos su acción y nos quejamos de la conducta del otro, sin descubrir la actitud pasiva que estamos desplegando para que el otro siga haciendo lo que hace o sin conciencia de las condiciones que generamos, para que el otro actúe de esa forma.
Por ejemplo : Mi marido sale con otras mujeres... Que desgraciado! Hace tres meses que no me paga el sueldo... Mi vecino estaciona siempre en frente de mi garaje...
Mi felicidad depende del otro y yo no puedo hacer nada mas que esperar a que cambie.

Nos convertimos en tiranos: Otra posibilidad es pedirle al otro que cambie para que no nos perjudique : Que actúe diferente ; Que elija otra opción.
Si el otro desea el mismo cambio producimos un acuerdo y resolvemos la situación, pero si el otro tiene un deseo opuesto entablamos un conflicto. Entonces tratamos de encajarlo en nuestras expectativas y si no lo hace se lo exigimos o se lo reprochamos. Nuestra meta es hacerle entender su error, modificar su conducta y que actúe de acuerdo a nuestro parecer (valores, criterios o puntos de vista).
Este estilo de vida es muy frecuente y da lugar a sentimientos de éxito o derrota, según consigamos transformar al otro.
Cuando no podemos cambiarlo, ni siquiera a través de los años, nos producimos un gran sufrimiento que se lo adjudicamos al que no quiere cambiar y darnos el gusto : “Por tu culpa ya no soy la de antes”... “Hace años que te pido de ir a misa, ya ni me acuerdo cómo era”.

Descubrimos nuestras respuestas: Comenzamos a ver qué estamos haciendo y lo aceptamos. Reconocemos nuestro comportamiento como víctimas o como tiranos y nos damos cuenta de la dependencia que nos produce. Podemos seguir manipulando al mundo o podemos empezar a buscar nuestras reacciones con mayor responsabilidad.

Nos hacemos cargo de nuestra respuesta: Frente a cada situación que nos toca vivir, nos damos cuenta de las reacciones que se generan en nuestro interior, nuestros deseos y nuestros intereses, interactuando con nuestras posibilidades y el mundo que nos rodea. De todas esas variables producimos una síntesis y nos arriesgamos en una respuesta: “Esto es lo que quiero hacer...” “Me quedo a luchar...” “Espero hasta que me sature...”etc.
Esta es nuestra responsabilidad, nuestra capacidad de dar respuesta a las situaciones que nos tocan vivir. Nuestra posibilidad de protagonizar la propia vida, ya sea para sufrir o para disfrutar. Sin excusas ni proyecciones, reconozco lo que quiero o lo que necesito y voy hacia ello. Voy hacia la compasión, hacia el sexo o hacia la violencia. Descubro mis límites. Vivo mi vida de la mejor manera que puedo.
Aquí radica nuestro poder. Nuestra fuerza es la capacidad de autoexpresión y autotransformación.

Yo soy el problema a resolver. Mi vida es una serie de excusas para desentrañar lo que soy. Lo que no aprendo en una circunstancia se me presenta en la siguiente, y si no la aprendo, en la próxima. Hasta que descubra lo que necesito aprender y lo incorpore.
La continua interrelación entre los hechos de la vida y lo que pasa dentro de mi, me permite el despliegue de lo que soy y de lo que no soy. Así voy reconociendo las energías universales que se manifiestan a través mío y me adecuo psicológicamente a mi particular configuración de energías. Es decir, me conozco y me acepto en lo que soy, en las tendencias que tengo, en mis límites y en mis posibilidades. Cuando observo el proceso que se está dando en mí, lo menos que puedo hacer es aceptarlo, reconocerlo como propio y hacerme cargo de él. Por lo tanto : Mi responsabilidad no es una exigencia a cumplir sino un acto de reconocimiento y aceptación.

Cada vez que contemplo la polaridad Yo-Mundo o Libre Albedrío-Destino, me acuerdo de la frase ignaciana: Vive tu vida como si todo dependiera de ti, sabiendo que todo depende de Dios.



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