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            Volver |  LIC. PAMELA SANCHEZ ZOLA

 

¿Enemigo de mi mismo?

Por el Lic. Alberto Isaac Sánchez
2008

Una creencia que encontramos con frecuencia en la práctica clínica y que produce mucho sufrimiento psicológico, es aquella que expresa la idea de que "se puede ser enemigo de uno mismo" (o alguna variante de la misma), como por ejemplo: cuando consideramos que tenemos aspectos o características psicológicas en nuestra personalidad que no deberían de existir o emociones que no deberíamos sentir, por ello es común escuchar frases como:

a).- ¡Siempre me saboteo! o ¡Te saboteas!
b).- ¡De no existir este aspecto impulsivo en mí, nada de esto hubiese ocurrido! o ¡Controla tu impulsividad!
c).- ¡No debo de sentir temor! o ¡Sentir temor es sinónimo de debilidad, por tanto no debes de sentirlo!, entre otras.

Usando como referencia los tres ejemplos descritos líneas arriba, profundizare en esta habitual creencia.

a).- En el primer caso, hablamos de un saboteador interior, y es como si creyésemos que un aspecto de nuestro ser de manera sistematizada y permanente estuviese conspirando para que no alcancemos nuestras metas y deseos.

No quiero desestimar la utilidad del concepto auto sabotaje como medio para identificar con rapidez por parte del consultante sus aspectos en conflicto. La respuesta a: ¿Cómo te saboteas…? pone de manifiesto estos aspectos, o la respuesta a ¿Cómo es este aspecto que te sabotea, descríbelo, cuáles son sus intensiones? le permite al consultante nominar una serie de rasgos que considera se oponen a su autorrealización.

Sin embargo, abordar el conflicto psicológico –exclusivamente- desde esta perspectiva, podría guiarnos a fomentar mayor sufrimiento y distanciamiento entre dos aspectos del mundo interior de nuestros consultantes: El saboteador interior y el aspecto que rechaza a este saboteador, ya que podríamos fácilmente creer que uno de ellos –el saboteador– tendría que dejar de existir, o podríamos considerar que su sentir no es legitimo.

Para que esta idea quede clara, te invito a que cierres los ojos e imagines que en frente tuyo, tienes este personaje que sabotea tus éxitos, que te impide alcanzar tus objetivos, que conspira para que no consigas bienestar, así también te propongo que te fijes: ¿Qué sientes al verlo? Y se lo digas, explora ¿Qué te gustaría hacerle? (Y se lo haces imaginariamente). Luego, te invito a cambiarte de lugar, es decir, que ocupes el lugar físico del aspecto al que hemos llamado el saboteador interior, lo personifiques y que vivencies: ¿Cómo te sientes con lo que te ha dicho y con la forma en que te trato el que esta frente a ti?

Probablemente, cuando se inicie el diálogo e imagines frente a ti al aspecto que hemos denominado saboteador experimentaras cólera, enojo, resentimiento, ira, bronca, etc., sin embargo también debería de quedar claro, que este aspecto de mi ser, al cual he catalogado de saboteador se quedara dolido, resentido, etc., al escuchar lo que digo de él y al sentir el trato que le doy. Perennizándose así la pelea interior.

Ha tal punto se podría llegar, que incluso le podríamos expresar a esta parte -que creemos nos sabotea-: ¡Algún día podré someterte y dominarte, y si me ganas o sobrepasas lo volveré a intentar eternamente hasta que tú desaparezcas!, y quizás el otro aspecto responda: ¡No podrás conmigo, inténtalo y ya veraz!.

Si cambiamos la perspectiva -de que ambos son enemigos- y consideramos que son aspectos que por ignorancia en su aquí y ahora se encuentran peleados, ya que en esencia ambos son parte complementaria del mismo sistema, nuestro objetivo terapéutico apuntara a descubrir ¿Qué ocurrió para que estén como están aquí y ahora?.

Con frecuencia el aspecto catalogado como saboteador, actúa del modo que lo hace por desconocimiento, dolor, miedo, resentimiento, entre otras.

También cabe señalar que es natural y legítimo que ambos aspectos del consultante se encuentren molestos (siendo necesario expresarlo), pero luego es importante encontrar un modo en que ambos vuelvan a ser participes conjuntos del sistema. Y para ello es necesario escuchar la información que cada uno aporta.

Así también considero de importancia explicarle al consultante lo que subyace a este desacuerdo interior: ignorancia, miedo, entre otras, para que no se vaya con la idea de que un aspecto de su ser conspira contra él.

b).- El segundo caso, hace referencia a la idea de que si extirpamos un aspecto de nuestro ser (el cual por exceso o carencia, actúa de un modo que genera sufrimiento), podríamos adaptarnos con mayor plenitud a nuestro entorno.

Señalo que como expresión de deseo, la idea es válida, pero no es efectuable en el plano psicológico y emocional.

Tenemos en nuestra naturaleza psicológica y emocional aspectos crecidos y otros menos desarrollados. Crecidos porque nos permiten adaptarnos con mayor plenitud en nuestro entorno, permiten satisfacer nuestras necesidades, en el caso de los menos desarrollados estos nos generan sufrimiento intra-personal e inter-personal.

Por ejemplo, es común que la gente considere como generadores de sufrimiento psicológico y emocional a los siguientes aspectos: La impulsividad, la dependencia, la inseguridad, entre otros.

Estoy cansada de mi impulsividad, nos expresaba con sollozos una consultante. Al desplegar el diálogo ella le dice a su aspecto impulsivo: ¡Estoy harta de ti, estoy cansada, todo lo hechas a perder!.

Al expresarle la consultante su molestia a su aspecto impulsivo, sólo incrementaba en éste su reacción, se sentía descalificado, sin que se le reconozca su función. Sin embargo al preguntarle ¿Cuál es su función? éste aspecto le dice; que está ahí para protegerla, que reacciona de ese modo para que no se aprovechen de ella.

De ahí en más se desarrollará un diálogo que facilite que ambos aspectos recuperen sus respectivas funciones.

c).- Otro ejemplo de esta idea, es el que se refiere a las emociones que no queremos sentir, porque nos desorganizan o porque socialmente son mal vistas. Tales como el miedo, la envidia, el resentimiento, los celos, entre otras.

En este diálogo tenemos: la señal emocional y la manera como decodificamos dicha señal, si lo decodificamos como señales que no deberíamos sentirlas, nos encauzamos en un pelea cuya resolución sea no sentirlas, si las percibimos como señales que nos remiten a problemas específicos, dejo de vivenciarlas como señales dolorosas y se transforman en agentes que nos traen información que facilitara nuestro proceso de autorregulación psicológica y emocional, así como de adaptación creativa a nuestro entorno.

Una mención especial, merece el autorreproche.

El autorreproche

Cuando tenemos oportunidad de evaluar nuestras conductas, sentimientos y pensamientos pasados, podemos desde nuestro aquí y ahora estar de acuerdo con ellos o en desacuerdo.

Cuando consideramos que nuestro actuar, sentir o pensar, no fue el más adecuado nos generamos un diálogo interior cuyas características dependerán de cada individuo y del modo como haya aprendido en casa a transmitir un desacuerdo.

En el autorreproche el diálogo esta cargado de culpa y sanción, es como si pudiéramos observar a la parte nuestra que actúo y le dijéramos: ¡Que tonto fuiste!, ¡Mira lo que hiciste!, ¡Es tu culpa, eres un tonto!, etc.

Lo interesante de este proceso, es que ocurre de modo casi automático, es decir momento a momento estamos evaluando lo que hacemos. Este tema es de amplias implicancias, ya que imaginen a una persona que todo el tiempo se reprocha, con un estilo descalificador, imaginen el universo intra-personal de ese organismo, y la vivencia inter-personal cada vez que alguien del exterior también lo sanciona.

Hay dos ideas que quiero señalar con respecto a la importancia de conocer estos diálogos:

  • Primero el efecto preventivo en la enseñanza de auto evaluarnos de un modo maduro.
  • Segundo, que es sano y necesario estar en desacuerdo con nuestros modos de actuar, sentir y pensar, ya que son el motor que nos impulsa a continuar creciendo y desarrollándonos. Lo que no es sano es hacerlo de modo descalificador.

Un punto necesario de señalar para finalizar, es que hemos evidenciado que en este último diálogo (autorreproche) existen dos componentes: una parte que esta en desacuerdo (evaluador) con un aspecto que ya actuó (evaluado). Esta parte que evalúa es necesario saberlo, por su implicancia en la práctica clínica, lo hace guiado por metas y objetivos.

Acerca de estas metas y objetivos, brevemente diré: que su origen obedece a deseos internos o a deseos incorporados del exterior. Así también que estos diálogos en su modo más inmaduro (descalificador, reprochador, amenazador, etc.), los encontramos en los trastornos de personalidad.

Bibliografía:

Aprendices del amor. Norberto Levy
Un contacto con la Gestalt. Alberto Isaac Sánchez.



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